Cuando el pediatra prescribe un antibiótico, esto suele provocar sentimientos encontrados en los padres: por supuesto, usted quiere ver a su hijo sano de nuevo lo antes posible, pero por otro lado, está justificadamente preocupado por los efectos secundarios. A menudo resulta que los padres no están suficientemente informados sobre el uso y el efecto de los antibióticos.
Cuando los padres visitan al médico con sus hijos enfermos, suelen expresar -comprensiblemente- el deseo de un medicamento de acción rápida, por lo que a menudo se recetan antibióticos a los niños, pero en muchos casos no son eficaces. Una terapia con antibióticos es básicamente útil si se trata de una infección bacteriana. Sin embargo, la mayoría de las enfermedades, como los resfriados o las infecciones parecidas a la gripe que los niños traen a casa desde la guardería o el colegio, están causadas por virus; incluso los antibióticos más potentes son ineficaces contra ellos. Sin embargo, en 2010, a los niños de entre 3 y 6 años se les recetaron antibióticos con más frecuencia que a los adultos, lo que puede tener consecuencias masivas, especialmente para los más pequeños: Los antibióticos no sólo destruyen los agentes patógenos, sino también la flora intestinal, tan importante para la vida en general. Esto es especialmente dramático en el caso de los niños, ya que la flora intestinal sana no está completamente desarrollada hasta los 7 años. La administración de antibióticos en la infancia aumenta el riesgo de enfermedades intestinales crónicas, reacciones de hipersensibilidad y, por tanto, una mayor tendencia a las alergias (asma) y a las afecciones como la dermatitis atópica.
Uso cuidadoso de antibióticos
Aunque las infecciones de las vías respiratorias superiores, las infecciones urinarias o la amigdalitis suelen estar causadas por bacterias, también en este caso no siempre es necesario el uso de antibióticos y el médico debe estudiarlo a fondo. Una buena forma de identificar los patógenos bacterianos es la llamada prueba rápida de la proteína C reactiva, para la que sólo se requiere un pequeño pinchazo en el dedo: en una inflamación bacteriana, la proteína C reactiva aumenta rápidamente, por lo que un valor elevado es un buen indicador de una infección bacteriana. Si resulta conveniente administrar un antibiótico, hay que tener en cuenta algunas cosas a la hora de tomarlo: la dosis del medicamento se calcula teniendo en cuenta el peso corporal y debe respetarse rigurosamente. El momento en que se toma el medicamento también es importante: si se toma en ayunas, después de comer o de forma independiente influye tanto en el efecto como en los efectos secundarios. El prospecto, el médico o el farmacéutico pueden proporcionar información fiable al respecto.
Probióticos para niños
Mucho reposo y una dieta rica en vitaminas apoyan al pequeño cuerpo en el camino hacia la recuperación. Es importante no suspender la medicación antes de lo previsto, aunque el niño se sienta mejor al poco tiempo. Con ello se corre el riesgo de que sobrevivan bacterias resistentes, que pueden multiplicarse y volverse insensibles al antibiótico. Por lo general, los niños se recuperan rápidamente después de tomar antibióticos, pero la flora intestinal puede quedar dañada de forma permanente. Por lo tanto, cada vez que un niño toma antibióticos, se debe apoyar además a su organismo con probióticos adecuados, durante y después de la terapia con antibióticos, para recomponer el “centro de salud” situado en el intestino.
