El eje intestino-cerebro: un canal de comunicación

Durante mucho tiempo se asumió que el intestino era solo un órgano digestivo sin mayor importancia. Hoy sabemos que, con tal visión, este órgano fue tremendamente subestimado, porque nuestro intestino también nos protege de enfermedades. Desde hace varios años, la investigación se ha centrado en la conexión nerviosa entre el intestino y nuestro cerebro, el llamado eje intestino-cerebro.

¿Qué es el eje intestino-cerebro?

El eje intestino-cerebro es la estrecha conexión y el intenso intercambio de información entre el intestino y el cerebro, en ambas direcciones. Un elemento central de la comunicación entre el intestino y el cerebro es el sistema nervioso. En el tracto digestivo hay unos 100 millones de células nerviosas, entre cuatro y cinco veces más que en la médula espinal, y por eso también se suele considerar al intestino como nuestro segundo cerebro. Este sistema nervioso entérico, nuestro “cerebro abdominal“, en cooperación con el “cerebro de la cabeza” regula, entre otras cosas, la motilidad intestinal (es decir, el movimiento de los músculos intestinales), el flujo sanguíneo en el tracto digestivo y también la función inmunológica del intestino.

Las hormonas, es decir, los mensajeros del sistema nervioso, también desempeñan un papel importante en el eje intestino-cerebro: en el intestino se producen más de 20 hormonas, entre ellas la mayor parte de la serotonina, el mensajero responsable de la sensación de felicidad y buen humor. Además, la serotonina es el precursor de la producción de la hormona del sueño, la melatonina, que garantiza un sueño reparador.

„El intestino sano es la base de la salud“. – HIPOCRATES DE KOS, 300 A.C.

Un componente central de este eje está formado por nuestra flora intestinal, o más precisamente, por diferentes productos metabólicos producidos por nuestras bacterias intestinales beneficiosas. Entre otras cosas, producen importantes aminoácidos (como el triptófano, necesario para la formación de serotonina) y ácidos grasos de cadena corta (por ejemplo, el butirato), que influyen en las emociones, la capacidad de concentración y la resistencia al estrés. Al mismo tiempo, el butirato es también un importante proveedor de energía para ciertas células del cerebro, concretamente las células microgliales: este equipo de mantenimiento metaboliza las partículas no deseadas a fin de limpiar el cerebro. Para su maduración y actividad, estas células necesitan butirato. Si hay pocas bacterias intestinales con capacidad para producirlo, las células microgliales tendrán muy poca energía disponible para su actividad de limpieza y los contaminantes se acumularán.

¿Cómo afecta el estrés al intestino?

En situaciones de estrés, el cerebro libera neurotransmisores y hormonas del estrés que ponen en alerta a todo el organismo. El estrés prolongado provoca la ruptura de las conexiones (uniones estrechas) entre las células intestinales a través de diversas “moléculas efectoras del estrés” (por ejemplo, los radicales libres), lo que podría conducir a un intestino permeable. Los mecanismos por los que aumenta la permeabilidad de la mucosa intestinal durante el estrés crónico aún no se conocen en detalle. Sin embargo, el aumento de la permeabilidad del intestino puede causar muchos problemas debido a la pérdida de la capacidad de barrera contra toxinas y microorganismos patógenos. Hoy se sabe también que el estrés induce cambios en la flora intestinal, la cual influye, a su vez, en todas las vías de señalización del organismo, así como en el sistema inmunitario, en el metabolismo y en las reacciones psicológicas.

„La digestión es el espejo del alma.“

El estrés crónico afecta a ciertas regiones del cerebro de manera que se altera el equilibrio emocional. En casos extremos, esto puede derivar en trastornos de ansiedad y depresión. Precisamente, la depresión es una de las enfermedades asociadas al estrés. Diferentes regiones y transmisores cerebrales se alteran en la depresión: serotonina, norepinefrina, glutamato y probablemente una docena de otros neurotransmisores. La melatonina interviene de forma crucial en el ritmo diurno y nocturno, un ritmo que se ve alterado en la depresión, pero que también se ve alterado en el estrés y el desequilibrio emocional. En la Universidad de Innsbruck se demostró que el estrés permanente provoca una inflamación intestinal a gran escala, que tiene efectos devastadores sobre la barrera intestinal. Las bacterias intestinales mueren, se altera la integridad de las “uniones estrechas“, y las toxinas y los alérgenos pueden llegar al torrente sanguíneo. Se cree que esta “inflamación silenciosa” puede ser incluso la causa del Alzheimer y la demencia.

Los probióticos y el eje intestino-cerebro

Ya se han desarrollado probióticos específicos que tienen un efecto antiinflamatorio en la mucosa intestinal y que, por tanto, pueden influir positivamente en el eje intestino-cerebro.
En estudios controlados con placebo realizados en la Universidad de Medicina de Graz, ya se ha demostrado el efecto positivo de un probiótico multiespecie especial en personas sanas y en pacientes con enfermedades mentales. Debido a sus efectos positivos sobre el sistema vegetativo, el eje intestino-cerebro y la estabilización de la barrera intestinal, este probiótico es especialmente adecuado para influir de manera positiva en los estados depresivos, los síntomas gastrointestinales y los trastornos del sueño.

Enfermedades mentales: ¿cómo se relacionan con el intestino?

En estos tiempos tan agitados, el número de enfermedades mentales aumenta constantemente. Aproximadamente el 5 % de los habitantes de los países de habla alemana desarrollan un trastorno bipolar a lo largo de su vida. Ya más de la mitad sufren los primeros síntomas antes de los 18 años. Muchos informan de síntomas asociados, como pérdida de memoria y trastornos de concentración, durante su fase depresiva. Aunque la administración de psicofármacos favorece el alivio de los síntomas, esto no implica una mejora de las funciones cognitivas. Esto demuestra que, a pesar de la estabilidad mental, es difícil volver a la vida cotidiana, lo que a su vez perjudica la autoestima de los afectados. Varios estudios ya han demostrado que la flora intestinal de las personas con enfermedades mentales difiere significativamente de la de las personas sanas. La administración de probióticos de alta calidad tiene un efecto positivo en la colonización bacteriana del intestino, de modo que las bacterias buenas pueden proliferar y volver a realizar sus tareas. Existen probióticos especialmente formulados que actúan sobre el eje intestino-cerebro e influyen positivamente en el rendimiento cognitivo, sin efectos secundarios indeseables.

Además, también se ha demostrado la relación entre la dieta y el estado de ánimo. Estudios recientes demuestran que los adolescentes que recurren con frecuencia a la comida rápida y a los dulces son más propensos a sufrir estados de ánimo depresivos. Por lo tanto, la calidad de la dieta desempeña un papel importante en nuestro bienestar físico y mental. Una mala alimentación no es necesariamente la causa de las enfermedades mentales, pero es un factor que se ha subestimado hasta ahora. Muchas enfermedades mentales son difíciles de tratar eficazmente porque no se han investigado todas las causas y factores relevantes. Dado que no todos los pacientes responden a los métodos de tratamiento convencionales, muchos científicos se están centrando en la investigación de la flora intestinal. La importancia de una flora intestinal sana para el organismo ya ha sido demostrada por los llamados trasplantes de heces. La realización de trasplantes de heces de personas con una flora intestinal sana ha mostrado éxitos terapéuticos significativos, especialmente en las infecciones con bacterias multirresistentes.

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