La leche materna no es estéril, como se suponía antiguamente. Por el contrario, está repleta de microorganismos que favorecen la salud. En los estudios, se han detectado varias cepas de bacterias en el “jugo de la vida”. Según las investigaciones, estas diminutas criaturas desempeñan un papel esencial: no solo colonizan el tracto digestivo del bebé, sino que también contribuyen a la maduración de su sistema inmunitario. En los últimos días del embarazo y durante la lactancia, algunas de las bacterias del intestino de la madre entran en las glándulas mamarias a través de los monocitos del tubo digestivo (mediante un grupo de glóbulos blancos, es decir, el ejército de defensa inmunitaria del cuerpo humano). Parece razonable concluir que un enriquecimiento selectivo de la flora intestinal materna con bifidobacterias y lactococos podría tener un efecto positivo no solo para la propia mujer embarazada o lactante, sino también para su bebé.
Protección contra la inflamación de las glándulas mamarias
Por desgracia, no todas las madres tienen una colonización intestinal óptima. Si hay disbiosis, es decir, un exceso de bacterias nocivas en el intestino de la madre, puede aparecer una mastitis. Muchas mujeres tienen que dejar de dar el pecho a causa de esta enfermedad, en parte porque las bacterias que causan la inflamación también se transmiten al bebé. La enfermedad, que suele ser dolorosa, se trata con antibióticos, terapias tópicas o inhibidores de la prolactina. La administración de probióticos durante el período de lactancia podría, por un lado, prevenir la mastitis al equilibrar la flora intestinal y, por otro, también prevenir o al menos limitar la transmisión de patógenos nocivos al bebé a través de las glándulas mamarias.
Probióticos para proteger a la madre y al niño
Los probióticos multiespecie disponibles sin receta médica son una forma útil de proteger tanto a la embarazada como a la nueva madre y al lactante, de los procesos inflamatorios y la transmisión de gérmenes no deseados. Los productos contienen bifidobacterias y lactococos similares a las bacterias beneficiosas que colonizan la leche materna y favorecen el equilibrio inmunológico entre las células Th1 y Th2. Las células Th1 regulan los procesos inflamatorios en el organismo y son responsables, entre otras cosas, de la defensa contra los agentes patógenos. Las células Th2 ayudan a formar linfocitos B, que a su vez son importantes para la producción de anticuerpos.
La leche materna protege desde el principio
Si la flora intestinal de la madre y, por tanto, también la leche materna, se “revitaliza” con bacterias beneficiosas para la salud, tiene un efecto protector sobre el niño amamantado; esto está científicamente demostrado: el riesgo de obesidad posterior disminuye, se favorece la maduración del sistema inmunitario del niño y se reduce la probabilidad de padecer enfermedades, especialmente infecciones y alergias. La lactancia materna -con o sin fortificación- también tiene un efecto positivo en el desarrollo cerebral del bebé. Por último, pero no por ello menos importante, contribuye a crear un vínculo entre la madre y el bebé, ya que durante el proceso de lactancia, madre e hijo liberan oxitocina, la hormona que genera confianza y seguridad.
