¿Un intestino enfermo puede provocar cansancio?

Si siente cansancio y fatiga, incluso después de un pequeño esfuerzo, puede haber una condición detrás que sigue desconcertando a los científicos: el síndrome de fatiga crónica. La enfermedad conlleva otras numerosas molestias que reducen considerablemente la calidad de vida. Suele pasar mucho tiempo antes de que se haga el diagnóstico, y todavía no es posible la cura. Los científicos sospechan que hay una explicación prometedora para ese problema en el intestino. Los estudios actuales dan esperanza a los afectados.

Hay muchos nombres para síndrome de fatiga crónica (SFC), por ejemplo, encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC) o enfermedad sistémica de intolerancia al esfuerzo (ESIE). Entre los especialistas, se ha consolidado la abreviatura EM/SFC. Entre el 0,2 y el 0,9 % de la población mundial padece este síndrome, en Alemania hasta 300 000 y en Austria se cree que hay unas 25 000 personas afectadas. El EM/SFC se da en todos los grupos etarios, incluidos niños y adolescentes. Las mujeres se ven afectadas con mucha más frecuencia que los hombres (proporción de aproximadamente 3:1). Aunque la Organización Mundial de la Salud ya clasificó el EM/SFC como una enfermedad neurológica en 1969, a menudo se sigue trivializando y desestimando erróneamente como que no es una enfermedad “real”.

Cansancio permanente: ¿es culpa del intestino? 

“Esta enfermedad puede ilustrarse con la imagen de una batería vacía. Incluso actividades sencillas como lavarse los dientes o cocinar provocan el agotamiento de los afectados, que luego necesitan descansar”, explica la doctora Monika Riederer, profesora del Instituto de Análisis Biomédico de la Universidad de Ciencias Aplicadas JOANNEUM de Graz. Esta intolerancia al estrés es uno de los síntomas característicos del síndrome de fatiga crónica. La enfermedad va acompañada de otras dolencias, explica la Dra. Riederer: “El EM/SFC acarrea una multitud de anomalías. Se afectan los sistemas inmunológico y nervioso, así como los sistemas endocrino y cardiovascular, y el metabolismo en general”. En consecuencia, las personas afectadas sufren una fuerte sensación de debilidad, dolor muscular, síntomas parecidos a los de la gripe, un sueño no reparador y un mal estado de salud general (más detalles a continuación en “Síntomas”). Lo típico es que esas molestias se intensifiquen de forma evidente y persistente tras un pequeño esfuerzo físico o mental, lo que en la jerga técnica se denomina “malestar postesfuerzo”. “Para los de fuera, es posible que estos problemas no parezcan tan dramáticos. Sin embargo, los pacientes sufren tanto que el 25 % no puede salir de casa o está confinado en ella, y más del 60 % de los pacientes no puede trabajar“, explica la Dra. Riederer sobre sobre las graves consecuencias del síndrome de fatiga crónica.

Diagnóstico: Síndrome de fatiga crónica

La patogénesis -es decir, el origen y el desarrollo de la enfermedad- aún no se ha aclarado adecuadamente. “Sin embargo, se sabe que el EM/SFC suele comenzar tras una infección aguda grave. Se discuten como causas la autoinmunidad, la hiperactivación del sistema inmunitario, un trastorno del metabolismo energético (el llamado síndrome hipometabólico) y trastornos del sistema nervioso autónomo. Pero las infecciones virales, por ejemplo, con el virus de Epstein-Barr, también podrían ser desencadenantes”, explica la experta. Dado que las causas no están del todo claras y que los síntomas también se aplican a un gran número de otras enfermedades, el camino hacia el diagnóstico correcto suele ser largo y agotador para los afectados. Hasta ahora, no existen exámenes validados de laboratorio o instrumentales con los que se pueda hacer un diagnóstico definitivo. Por lo tanto, es esencial un examen minucioso de la historia clínica y los síntomas del paciente. En primer lugar, hay que descartar otras enfermedades que provocan estados de agotamiento similares. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, la esclerosis múltiple, las enfermedades tumorales o tiroideas y la anemia. Los médicos actuantes suelen consultar los denominados criterios diagnósticos. En ellos se especifican el tipo y la duración de los síntomas que deben tenerse en cuenta para el diagnóstico de EM/SFC.

Síntomas del síndrome de fatiga crónica (EM/SFC)

  • Malestar postesfuerzo: empeoramiento de los síntomas después de la actividad física y mental.
  • Fatiga crónica: agotamiento o debilidad más allá de los niveles normales.
  • Intolerancia ortostática: incapacidad del cuerpo para ajustar la circulación a una posición vertical. Esto se manifiesta como debilidad, mareos, palpitaciones, presión arterial alta o baja, palidez y falta de aire.
  • Síntomas neurocognitivos: dificultad para concentrarse, dificultad para encontrar palabras, deterioro de la memoria y “niebla cerebral” (el cerebro parece nublado).
  • Síntomas neurológicos: Hipersensibilidad a la luz, los sonidos y los olores, y ataxias (alteración de la coordinación de los movimientos).
  • Mayor susceptibilidad a las infecciones: aumento de las infecciones que duran más de lo habitual. Especialmente las infecciones del tracto respiratorio superior.
  • Alteraciones del sueño: Problemas para dormir toda la noche, es decir, el sueño es ligero y no es reparador. También se suele observar un ritmo día-noche invertido.
  • Molestias miálgicas: Los músculos duelen incluso después de un pequeño esfuerzo. En los casos más graves, se producen fasciculaciones (contracciones musculares) y espasmos recurrentes.
  • Dolores de cabeza: similares a los de una migraña. Pueden durar días.
  • Alteraciones visuales: visión borrosa, trastornos de la acomodación (enfoque limitado de las lentes) o visión de túnel.

¿Existe alguna terapia para el síndrome de fatiga crónica?

En la actualidad no existe ningún tratamiento curativo aprobado para el EM/SFC, ninguna medicación específica y, en consecuencia, ninguna cura. La terapia es puramente sintomática. Los pacientes suelen recibir analgésicos, pastillas para dormir o antidepresivos. Además, se les apoya con estrategias de ritmo, es decir, se les ayuda a aprender a gestionar mejor sus reducidos niveles de energía.

El EM/SFC ha sido objeto de numerosos estudios clínicos. Como la enfermedad es tan compleja, los enfoques terapéuticos que se han analizado en ellas son también muy heterogéneos. En el ámbito farmacológico, se han investigado los psicofármacos y la cortisona, así como los preparados que actúan sobre el sistema inmunitario (inmunomoduladores) o que influyen en las mitocondrias. Estas últimas constituyen las centrales eléctricas de la célula, que convierten los alimentos en la “moneda energética” del organismo, el ATP (adenosín trifosfato). En el ámbito no farmacológico, se examinaron como posibles métodos de tratamiento la terapia cognitivo-conductual y el ejercicio, así como los cambios en la dieta. Por desgracia, pocos de estos enfoques terapéuticos fueron eficaces. “Sólo ocho de los 55 ensayos clínicos controlados aleatorios tuvieron éxito. Fueron principalmente los métodos no farmacológicos los que mejoraron significativamente los síntomas de los afectados”, explica la Dra. Riederer. La terapia conductual, los cambios en la dieta y los masajes resultaron ser prometedores. También se obtuvieron resultados positivos con un fármaco mitocondrial y dos inmunomoduladores.

¿Un cambio en la flora intestinal provoca cansancio?

“Si se analizan detenidamente los resultados de estos estudios, queda claro que, aunque se hayan conseguido efectos positivos parciales, esto no basta para tratar la enfermedad en su totalidad. Es necesario abordar varios aspectos”, explica la bioquímica. Por ello, centra su investigación en averiguar si es posible diagnosticar a los pacientes a partir de los llamados biomarcadores y medir el éxito de la terapia. Los biomarcadores son sustancias o cambios que pueden cuantificarse de manera precisa. Permiten sacar conclusiones sobre la salud, la enfermedad o el éxito de una intervención o tratamiento. Un ejemplo práctico de biomarcador de diagnóstico es la medición de la presión arterial en las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, en el caso de la EM/SFC, hasta ahora no se dispone de biomarcadores respaldados por estudios. Sin embargo, hay tres indicios interesantes:

  • En comparación con las personas sanas, el perfil de citoquinas de los pacientes con EM/SFC suele estar alterado. Las citoquinas son proteínas que transmiten señales entre nuestras células, sirven para el crecimiento y la diferenciación celular, y pueden indicar reacciones inflamatorias.
  • Por otro lado, los marcadores de estrés oxidativo son significativamente mayores en los pacientes con EM/SFC. En términos sencillos, el estrés oxidativo significa que la función normal de reparación y desintoxicación de las células del cuerpo se ve perturbada, lo que puede provocar daños dentro y fuera de las células.
  • La microbiota intestinal (el conjunto de todas las bacterias localizadas en el intestino) también muestra cambios significativos. En pocas palabras, la diversidad de especies en el intestino es menor que en las personas sanas. Además, los enfermos de EM/SFC tienen más bacterias intestinales proinflamatorias que los microorganismos que contrarrestan la inflamación.

“Esto sugiere que, como en muchas otras enfermedades, existe una conexión entre la EM/SFC y la microbiota intestinal, y que, en consecuencia, el eje intestino-cerebro también juega un papel importante”, analiza la Dra. Riederer. Incluso añade un componente a este término: habla de un “eje intestino-cerebro-sistema inmunitario” por varias razones: en primer lugar, porque el sistema inmunitario es un elemento central en esta enfermedad heterogénea; en segundo lugar, porque parece estar crónicamente sobreactivado; en tercer lugar, porque el 80 % de las células inmunitarias del organismo se encuentran en el intestino y la microbiota intestinal es una parte esencial del sistema de defensa humano.

El análisis del microbioma para el diagnóstico

Los pacientes con EM/SFC sufren un estado hipometabólico crónico. Esto puede considerarse como una “hibernación del metabolismo“. La respuesta alterada del organismo al estrés oxidativo también sugiere que la enfermedad podría tener su origen en el microbioma. Tal conclusión es la que sugieren los primeros estudios realizados sobre esta enfermedad. “Aunque esos estudios no fueron del todo homogéneos, sí consiguieron seleccionar ocho especies bacterianas que podrían servir como indicadores de si alguien tiene o no EM/SFC”, informa la Dra. Riederer. Esto significa que ciertas especies bacterianas podrían actuar como biomarcadores, lo que facilitaría y aceleraría enormemente el diagnóstico del síndrome de fatiga crónica. La mayoría de los afectados también muestran síntomas de intestino irritable u otras molestias intestinales, además de un microbioma alterado. Los análisis de sangre (suero) de los pacientes también mostraron una alta concentración de proteína de unión a los ácidos grasos de tipo intestinal (I-FABP). Esta proteína es un importante biomarcador diagnosticar el síndrome del intestino permeable. Si el intestino delgado presenta esta alteración, las bacterias dañinas y otras sustancias indeseables pueden penetrar hasta el último rincón del organismo.

Las bacterias intestinales como fuente de esperanza

¿Qué significan estos datos e indicadores para el diagnóstico y la terapia del EM/SFC? Un grupo de investigación fue capaz de diagnosticar EM/SFC en el 82,93 % de los pacientes utilizando los datos del estudio de la diversidad bacteriana en el intestino. Cada vez hay más pruebas de que una flora intestinal alterada puede ser uno de los desencadenantes del síndrome de fatiga crónica. Esto también podría conducir a nuevas opciones terapéuticas, como dietas especiales o el uso específico de probióticos con cepas bacterianas especialmente combinadas. Tres estudios de menor envergadura ya han demostrado que los probióticos tienen efectos positivos tanto en el bienestar general como en los marcadores inflamatorios asociados al síndrome de fatiga crónica, lo que supone un rayo de esperanza para todos los afectados.

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