La microbiota intestinal y la nutrición infantil

Está claramente demostrado que la colonización bacteriana del intestino del bebé con los simbiontes adecuados no solo es importante para la digestión, sino también para el desarrollo del sistema inmunitario del niño. Los estudios demuestran las múltiples formas en que las bacterias de la madre pueden transferirse al niño y proporcionan los primeros indicios de cómo el sistema inmunitario está influenciado positivamente por el microbioma.

La colonización bacteriana del intestino del niño en el vientre materno sigue siendo objeto de estudio por parte de los científicos. Si bien es cierto que -según las investigaciones actuales- hay bacterias en el útero, en el cordón umbilical y también en la placenta, todavía no se ha demostrado que estas colonicen también el intestino del niño.

Por lo tanto, la composición de la flora bacteriana de la madre durante y después del parto es decisiva, ya que se transfiere al niño: en un parto natural, el bebé entra en intenso contacto con la flora bacteriana materna a su paso por el canal del parto, la cual coloniza el intestino del niño. Por el contrario, los bebés que han nacido por cesárea tienen menos bacterias beneficiosas en su microbioma postnatal y adquieren más microorganismos nocivos del entorno hospitalario.

Otro proveedor materno de microorganismos beneficiosos es la leche materna: contiene varios cientos de especies de bacterias, entre las que se destacan las bifidobacterias, que contribuyen al desarrollo óptimo del sistema inmunitario del niño. Además, la superficie de la piel del pecho es una fuente externa de bacterias en la leche materna. La siguiente comparación muestra la gran influencia que tiene la alimentación del bebé en el desarrollo de su microbioma: en los bebés alimentados con biberón convencional, las bifidobacterias representan sólo el 50 % de las especies bacterianas del intestino. Si se añaden prebióticos y probióticos al biberón, la proporción de bifidobacterias aumenta al 69 %. Los niños que se alimentan con leche materna son los que más se benefician, ya que este alimento infantil perfecto contiene grandes cantidades de bifidobacterias y, gracias a ello, estas constituyen el 75 % de las bacterias del intestino de estos bebés.

Una microbiota intestinal equilibrada, tanto durante el embarazo como en los primeros meses de vida, es crucial para promover una maduración óptima del sistema inmunitario del niño.

El desequilibrio en el intestino se transmite

Un microbioma materno desequilibrado, que se manifieste, por ejemplo, a través de alergias o enfermedades autoinmunes, o bien uno dañado por el estrés y los antibióticos, puede transmitirse al recién nacido precisamente por estas múltiples vías e influir así negativamente en el desarrollo de su sistema inmunitario. El desequilibrio del microbioma está asociado a un desequilibrio de células específicas del sistema inmunitario, las células T (células Th1 y Th2). Los estudios demuestran que un exceso de citoquinas asociadas a Th1 está asociado a enfermedades como la psoriasis o la artritis reumatoide, y una sobreproducción de células Th2 puede promover enfermedades alérgicas como asma o eczema. Por lo tanto, es importante que toda madre (embarazada) cuide la salud de su microbioma para apoyar la colonización bacteriana del bebé de la mejor manera posible.

Los probióticos modulan el desarrollo inmunitario

Los probióticos desempeñan aquí un papel esencial. Sus efectos positivos con respecto a la regulación del microbioma y del sistema inmunitario alterado están claramente demostrados. En el marco de un amplio estudio controlado con placebo, las futuras madres, así como posteriormente sus bebés, recibieron una vez al día un probiótico multiespecie especialmente desarrollado. A los 3 meses posteriores al nacimiento, el 80 % de los niños propensos a las alergias mostraron un sistema inmunitario equilibrado después de la ingesta de probióticos. Incluso después de su segundo cumpleaños, los efectos se mantuvieron constantes (en comparación con el grupo controlado con placebo), aunque los niños habían dejado de recibir probióticos después de su primer cumpleaños (Niers 2009). Por ello, de acuerdo con metaanálisis posteriores (Panduru 2015), se recomienda administrar probióticos específicamente combinados durante los dos últimos meses del embarazo y a lo largo del primer año de vida.

Otro estudio (Kim 2015) analizó los metabolitos bacterianos (= productos metabólicos) en las muestras de heces de los niños de entonces tres meses. Demostró que la reducción de las enfermedades alérgicas se debía, entre otras cosas, a la diferente colonización bacteriana y a las consiguientes variaciones en los niveles de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) como por ejemplo, butirato y acetato. Se encontraron niveles significativamente más altos de AGCC antiinflamatorios en los niños sanos que en los niños con alergias.

Estos resultados subrayan la importancia de un microbioma intestinal equilibrado, tanto durante el embarazo como en los primeros meses de vida, para promover una maduración óptima del sistema inmunitario y proporcionar así al niño una base saludable para toda su vida.

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