Sistema inmunitario fuerte

¿Esto también le ocurre a usted? Goteo nasal y estornudos de forma constante en el trabajo, en la escuela, al ir de compras o al viajar en autobús. En verano la culpa la tiene el aire acondicionado, en invierno, las habitaciones calefaccionadas. ¿Ocurrirá también lo mismo esta temporada? ¿Cuántas veces? 

En realidad, es bastante injusto. Algunas personas casi nunca se enferman, otras sufren dolor de garganta varias veces al año, infecciones del tracto urinario o diarrea frecuentes. Los culpables son los microorganismos (presentes en otros seres vivos, alimentos, etc.) que infectan nuestro cuerpo. Pero, aunque estos invasores ataquen nuestro organismo, eso no significa que vayamos a enfermarnos. Eso depende del sistema inmunitario y del intestino (dado que el 80 % de las células del sistema inmunitario se encuentran en el intestino).

Introducción al sistema inmunitario

Los macrófagos descomponen los invasores patógenos en sus componentes proteicos.

Nuestro cuerpo dispone de un sofisticado sistema de defensa contra las enfermedades. En el curso de la evolución del ser humano, dicho sistema ha ido perfeccionando sus estrategias de protección contra los microorganismos patógenos. El sistema inmunitario es una especie de “empresa familiar” en la que cada uno asume tareas especiales. Si no hay mucho que hacer, las células inmunitarias se relajan. Pero si los enemigos microbianos atacan, todos en la empresa saben qué hacer para proteger el sistema: trabajar en equipo es el lema común. Las bacterias de la capa superior, es decir, de la piel o de las mucosas, son las primeras barreras que debe superar un agente invasor. Si hay suficientes miembros de la familia bien intencionados, es decir, comensales (microorganismos beneficiosos), es fácil deshacerse del intruso. Sin embargo, si este logra burlar el primer obstáculo, entonces pasará al siguiente nivel, donde nuevamente puede ser rechazado, o no. Si los patógenos llegan a la mucosa del tracto digestivo (por ejemplo, de la boca, del estómago o del intestino), las enzimas y las células epiteliales tratarán de eliminar al enemigo. Solo a través de la interacción coordinada de todos los integrantes del equipo de defensa se puede lograr un sistema inmunitario exitoso.

En el sistema inmunitario humano, los leucocitos, más conocidos como glóbulos blancos, juegan un papel importante en la defensa inicial contra los gérmenes patógenos. Los leucocitos están estrechamente relacionados, por ejemplo, con los granulocitos neutrófilos; tienen la propiedad especial de reconocer al atacante y guardar su “foto de perfil”. Los linfocitos T y B tienen sensores muy especiales, conocidos como receptores de antígenos, que permiten detectar y matar al enemigo, por ejemplo, una proteína extraña. Afortunadamente, los linfocitos, también conocidos como “células de memoria“, recuerdan esto por el resto de su vida. La invasión por una proteína extraña se “reporta” con la ayuda de las células dendríticas. Luego, las células T liberan citoquinas (sustancias mensajeras) que inician la destrucción del enemigo. Los monocitos también pertenecen a la familia de los glóbulos blancos; si hay un peligro inminente, se transforman en macrófagos (células fagocíticas) y descomponen al enemigo en sus componentes proteicos. Estos, a su vez, son reconocidos por las células B y T. Si este intruso vuelve a acercarse después de días, semanas o años, los linfocitos B entran en acción y comienza la rápida producción de anticuerpos, y de este modo el enemigo (el antígeno) es destruido.

El sitio de la acción de la defensa física son los ganglios del sistema linfático, localizados en el cuello, en las axilas, en la ingle o en la zona abdominal. En ellos se encuentran los linfocitos B y T. Sus cómplices son las células dendríticas que “transfieren” al enemigo para que pueda ser destruido. Para ello, las células B producen las inmunoglobulinas (anticuerpos) que se dirigen específicamente al enemigo y lo destruyen. En la fase de infección, normalmente se produce inmunoglobulina M (IgM); la inmunoglobulina G (IgG) se sigue encontrando en la sangre semanas después de la infección. Por lo tanto, la IgG también se puede usar para realizar el diagnóstico serológico de infecciones.

Pero, ¿cómo saben los defensores a dónde dirigirse? Las citoquinas y quimioquinas son responsables de esto. Las citoquinas señalan dónde está el tejido infectado, las quimioquinas dirigen a los defensores hasta allí. Esto conduce a procesos inflamatorios con aumento de la temperatura, enrojecimiento o hinchazón, que tienen un propósito más profundo, a saber, acelerar el proceso de defensa e indicar que en ese lugar hay un terreno sensible.

Inmunidad innata y adquirida

Parte de la función inmunitaria es innata, como el mecanismo entre granulocitos, macrófagos y células dendríticas; esta interacción dura toda la vida. Sin embargo, el sistema inmunitario adquirido se desarrolla de forma individual en cada persona. La fuerza del sistema inmunitario de un individuo dependerá de a cuántos microorganismos extraños se haya enfrentado su sistema inmunitario en el transcurso de su vida y los “recuerde” como enemigos. “A lo largo de la vida, el cuerpo tiene la capacidad de reconocer unos mil millones de patógenos, recordarlos y reaccionar con una respuesta inmunitaria”, afirma el Dr. Adrian-Mathias Moser, médico y estudiante de doctorado de la Universidad de Medicina de Graz.

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¿Dónde se encuentra nuestro sistema inmunitario?

La mayor parte de los antígenos entran en nuestro cuerpo a través del intestino por medio de los alimentos. Con una superficie de entre 300 y 400 m², el intestino es, por lo tanto, nuestro mayor sistema de defensa; cerca del 80 % de todas las células inmunitarias se encuentran asociadas a la mucosa intestinal. “Hay tres factores esenciales para la función de barrera: una mucosa intestinal sana, células inmunitarias funcionales y una microbiota intestinal intacta, es decir, una correcta colonización bacteriana intestinal. Una microbiota intestinal alterada puede debilitar el sistema inmunitario. Por tanto, un sistema inmunitario fuerte está esencialmente relacionado con la función de la microbiota”, afirma el Dr. Adrian-Mathias Moser. “Cuanto más estable sea la mucosa intestinal, menos posibilidades tendrán los antígenos (molécula ajena o tóxica para el organismo, tal como una proteína derivada de una bacteria) de penetrar en la circulación del organismo.” Pueden provocar procesos inflamatorios excesivos y, por tanto, sentar las bases de enfermedades autoinmunitarias como la esclerosis múltiple, la diabetes mellitus de tipo 1 y la artritis reumatoide.

El entorno y la dieta influyen en el sistema inmunitario

Una dieta rica en grasas y azúcares, la escasez de fibra o el estrés, por ejemplo, influyen negativamente en nuestro sistema inmunitario. Si hay una sobrecarga de “antígenos” nocivos, la mucosa intestinal ya no puede defenderse como debiera, y todo el sistema inmunitario se debilita.

El sistema inmunitario intestinal constituye la parte más extensa y compleja del sistema inmunitario, así como la barrera más efectiva contra los antígenos nocivos. Está formado por el tejido linfoide asociado al intestino o GALT (Gut-Associated Lymphoid Tissue) que contiene innumerables células inmunitarias. Por ejemplo, el intestino tiene la mayor proporción de linfocitos T y B del organismo, los cuales están presentes también en otras mucosas y están al mismo tiempo en red con los ganglios linfáticos como estaciones de filtrado (por ejemplo, en el cuello, la ingle, el abdomen, las axilas).

El intestino como centro

Dr. Adrián Mathias Moser

El principio de la defensa inmunitaria también se aplica al intestino: el epitelio de la mucosa del intestino delgado, contiene células similares a los macrófagos que descomponen los agentes patógenos (por ejemplo, de los alimentos) y los arrojan finalmente a los linfocitos T y B. Los linfocitos T auxiliares producen citoquinas proinflamatorias (interleucinas) que deben permanecer en equilibrio, mientras que los linfocitos B atacan al enemigo desintegrado: mediante la producción de inmunoglobulina A, el enemigo es destruido y, por tanto, ya no puede penetrar en la mucosa intestinal.

Según el Dr. Adrian-Mathias Moser: “Un sistema inmunitario estable depende en gran medida de la colonización bacteriana del intestino.” Las bacterias que colonizan el intestino dependen de varios factores, principalmente del proceso de nacimiento (es decir, la colonización inicial con bacterias), de la ingesta de antibióticos y los científicos están descubriendo cada vez más que la nutrición también es un factor importante. Por ejemplo, se ha demostrado que la microbiota está menos poblada en las dietas omnívoras que en las dietas vegetarianas. Interesante: Si cambia su dieta, nuevas bacterias colonizarán su intestino; si el ambiente en el intestino es favorable, proliferarán las bacterias “buenas”. Sin embargo, consumir demasiado azúcar o alcohol, promueve la proliferación de microorganismos “malos”.

Microbiota de referencia

Actualmente los científicos están buscando un perfil de la “microbiota intestinal saludable“. Dicho descubrimiento ofrecería muchas oportunidades para el futuro de la medicina. Mientras que el genoma humano se decodificó en 2001, la investigación del genoma microbiano solo comenzó unos años después. A modo de comparación: los humanos tienen unos 22 000 genes, pero las bacterias que viven en el intestino tienen una increíble diversidad de 3 millones de genes que se comunican con los genes humanos.

El sistema inmunitario se adapta a las condiciones de vida

Existe un intenso intercambio entre el sistema inmunitario y la flora intestinal humana (microbiota intestinal), como han demostrado numerosos estudios e investigaciones en los últimos 5 años. “Evidentemente, esto es evolutivamente favorable, ya que nuestro sistema inmunológico puede adaptarse constantemente a nuevos requisitos ambientales“, dice el Dr. Adrián Mathias Moser. La composición y función del microbioma, según nuevos hallazgos, desempeña un papel en el desarrollo de enfermedades como la esclerosis múltiple, el asma, alergias y otras enfermedades autoinmunes.

Los primeros pasos para un microbioma estable es ya se dan en el útero. Los estudios han demostrado que las diferencias en la colonización bacteriana también dependen del tipo de parto. Los bebés que nacen por vía vaginal reciben lactobacilos que se transmiten a través de la mucosa vaginal de la madre, mientras que en los bebés nacidos por cesárea predominan los clostridios y los Staphylococcus, los cuales predominan en la piel humana. Los lactobacilos refuerzan el sistema inmunitario, y esto explica el por qué los bebés nacidos por cesárea son más propensos a las enfermedades alérgicas: la causa puede ser una colonización intestinal errónea. Por lo tanto, un microbioma resistente también depende del tipo de parto. Esto lo demuestra, entre otras cosas, un estudio de M.G. Domínguez-Bello en la Universidad de Puerto Rico. “Los primeros microorganismos intestinales probablemente tengan efectos de por vida en el sistema inmunitario”, confirma el Dr. Moser.

“Nuestra flora intestinal es un ecosistema autónomo”, dice el Dr. Adrián Mathias Moser. Las señales se transmiten a las células inmunitarias a través de las células dendríticas y, por ejemplo, a los ganglios linfáticos mesentéricos (ganglios linfáticos abdominales); a su vez, todos los ganglios linfáticos humanos están conectados en red. Recientemente, investigadores franceses han descubierto que los ganglios linfáticos también se encuentran en el cerebro. Antoine Loveau, investigador de la Universidad de Virginia, ha demostrado que una fina red de vasos linfáticos se extiende hasta la superficie del cerebro. Esto demuestra que el cerebro y el sistema inmunitario interactúan; este hallazgo podría aportar información sobre enfermedades como el Alzheimer o la esclerosis múltiple.

La diversidad es la clave

“Uno de los componentes más importantes es la amplia diversidad, es decir, cuanto más diversa es la colonización bacteriana, más resistente es el microbioma a los patógenos. Cuanto más intacto esté un sistema ecológico, mejor será la resiliencia  a las enfermedades”, afirma el Dr. Moser.  Además, el Dr. afirma que “esto también puede observarse en la microbiota intestinal mucho más rica de los habitantes de pueblos indígenas, en comparación con la de residentes de países industrializados. La cesárea, el uso de antibióticos y la comida rápida constituyen los factores negativos que explican la distinta composición de la microbiota intestinal.

Sistema inmunitario intestinal y enfermedades

El sistema inmunológico intestinal también está involucrado en el desarrollo de diabetes tipo 2 y obesidad, según una investigación del Instituto de Investigación de Medicamentos en Lovaina, Bélgica. Según el estudio, una dieta rica en grasas promueve el descarrilamiento del metabolismo energético, en el que el sistema inmunitario intestinal está significativamente involucrado. Una proteína intestinal específica (MyD88) juega un papel crucial en el almacenamiento de grasa. Al modificar la colonización intestinal, los investigadores consiguieron desactivar esta proteína, lo que condujo a un fortalecimiento de la barrera intestinal y, por lo tanto, a una ralentización del aumento de peso corporal, a una menor inflamación y a una ralentización del desarrollo de la diabetes. Por lo tanto, el sistema inmunitario intestinal también juega un papel importante en la regulación del almacenamiento de grasas.

Sistema inmunitario intestinal y enfermedades autoinmunes

El Dr. Moser investiga actualmente el papel del sistema inmunitario o del microbioma en relación con la esclerosis múltiple (EM). Para ello, se utilizaron células de la mucosa del intestino grueso. Actualmente, se está evaluando qué células inmunitarias fallan en la defensa y si esta circunstancia podría acabar provocando la EM. El 20-25 % de las personas que la padecen tienen una predisposición genética a la misma. Se sospecha que existen principios similares con respecto a enfermedades como el asma, la artritis reumatoide, la diabetes y otras enfermedades autoinmunes. Supuestos similares se aplican también a las enfermedades de Parkinson y Alzheimer. Además de los factores genéticos, ahora es también posible realizar análisis metagenómicos para determinar la composición de la microbiota intestinal de los individuos.

“Todo lo que conduce a una pérdida de la biodiversidad también influye en los seres humanos”, afirma el Dr. Moser. Además, subraya: “La diversidad es lo que nos mantiene sanos”. Los alimentos que provienen de fuentes naturales, producidos a partir de una buena tierra, utilizando técnicas de agricultura ecológica son mejores que los producidos industrialmente, que a menudo tienen pesticidas o proceden de animales alimentados con antibióticos.”

Alrededor del 80 % de todas las células inmunitarias se encuentran en el intestino. La microbiota intestinal, la mucosa intestinal y las células inmunitarias asociadas a dicha mucosa ahuyentan a los “atacantes” que causan enfermedades. Si se altera la función de barrera, estos gérmenes patógenos pueden ingresar al cuerpo desde el intestino, debilitar nuestras defensas y causar enfermedades. Una función de “filtro” alterada puede causar enfermedades como alergias, intolerancias, inflamación de la mucosa intestinal y trastornos digestivos.

Influencia positiva de la microbiota intestinal en el sistema inmunitario

Los alimentos de origen vegetal son ricos en ácidos grasos de cadena corta (AGCC). Los AGCC estimulan las células antiinflamatorias de la mucosa intestinal. Los alimentos de origen animal, en cambio, solo contienen una pequeña cantidad de AGCC; en este caso existe una estrecha relación con las enfermedades inmunológicas (por ejemplo, las enfermedades inflamatorias crónicas del intestino). La restricción calórica fortalece el sistema inmunitario, al menos en ratones. Los estudios han demostrado que los ratones con una dieta baja en calorías forman menos marcadores inflamatorios, tienen una mayor diversidad bacteriana más pronunciada y una pared intestinal más fuerte, lo que evita el ingreso de microorganismos a la sangre.

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